Al saber que soy maestra, la gente suele preguntarme qué enseño; cuando explico que soy tutora de niños de Infantil de 3 años en una escuela de Educación Infantil y Primaria, generalmente responden con un "¡Ah!" tan desabrido que me gustaría exclamar:
¿En qué sitio, sino allí me abrazaría un apuesto jovencito y me diría que me quiere?
¿Dónde más podría atar lazos para el pelo, ajustar cinturones, ver un desfile de modas a diario y, aunque siempre me vista de la misma manera, oír decir que mi vestido es bonito?
¿Dónde más podría guiar en la escritura de las primeras letras una manita que quizás algún día escriba un libro o documento importante?
¿En qué otra parte olvidaría mis penas porque tengo que atender tantas cortaduras, raspones y corazones afligidos?
¿Dónde conservaría el alma joven, sino en medio de un grupo cuya atención es tan efímera que siempre debo tener a mano una caja de sorpresas?
¿En qué otro sitio derramaría lágrimas porque hay que dar por terminado un año de relaciones felices?
Una maestra de Educación Infantil
"A todas las maestras de Educación Infantil que tanto siembran, para que otros recojan. ¡Gracias, maestras!"
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